Punto y principio


Me levanto, siendo el sujeto pasivo de tu ausencia. Siento resaca de tus palabras, de tanto que me las he repetido.

Me pediste tiempo. Y yo no sé dártelo, porque no sé conjugar ningún futuro sin ti.

Tanto escribir y no hemos sabido decir lo que nos duele. Y me pides tiempo aunque también quieres espacio. En blanco. Sin mí.

Me siento a escribir como solíamos. Frase tras frase. Cuerpos de texto y textos que cogían cuerpo el uno junto al otro.

Me lamento a renglón seguido por evocar un pretérito que creía perfecto.

Sangro esta línea mientras lloro tu ausencia. Te creía complemento directo y te sentías objeto. Cada excusa para escribirte se me antoja una fiesta y es que no quiero poner el acento en lo solo que me siento porque me soltarás que la RAE dice que ya no se tilda. Sin embargo, por mucho que ahora ponga perdón entre signos de exclamación tú lo dejarás entre paréntesis porque el remedio ya solo llega en condicional.

Me toca empezar a escribir sobre ti sin ti, sobre una sábana en blanco, sin esa calidez elidida que dejabas al levantarte.

Ya no hay chascarrillos, ni palabras encadenadas, ni esos otros juegos con lengua que tanto nos gustaban.

Adiós a las virgulillas del cariño y la ñoñería, no encuentro diéresis que me apacigüen ni siquiera en nuestros juegos lingüísticos. Hasta nunca, hashtags almohadillados de ocurrencias. Ahora solo queda tu ausencia agazapada en cada línea viuda, escrita a cuatro manos, publicada a veinte uñas. Ya solo tengo metáforas de mierda para llorarte. Galeradas para que me corrijas y me digas que no me acerque. Que necesitas espacio-tiempo.

Me faltas entre líneas y me faltan tus ojos, dos puntos que siempre incitan a continuar. Me decía que no cambiaría ni una coma de lo que hemos hecho pero ahora ya estoy dispuesto a enfrentarme a una nueva hoja en blanco y eso que el miedo de empezar de cero nunca supera al lastre de las erratas.

Te echo tanto de menos que puntúo de más. Te añoro tanto que ortografía ya va con hache y esta ya hache no es muda porque todo lo grito.

No, no me atrevo a ser yo el que ponga un punto y final. Haré como tú lo dejaré, en el espacio, en el tiempo, con tres... puntos... suspensivos.